jueves, 19 de febrero de 2009

LA IDEOLOGÍA

Las teorías para comprender, fundamentar y justificar la sociedad y sus instituciones son elaboradas por seres humanos. Y por esa razón, arrastran la imperfección que tienen sus autores, imperfecciones derivadas de las limitaciones de la inteligencia humana y de la posible influencia de componentes afectivos y volitivos en las construcciones intelectuales.

La inteligencia humana es limitada, y la realidad social sumamente compleja y extraordinariamente rica. No siempre la capacidad intelectual de las personas ha permitido comprenderla en toda su integridad, y sobran ejemplos de teoría sociales que terminan simplificando o fraccionando indebidamente por acentuar unilateralmente algún criterio o cuestión como si fuera el único o principal y no uno de varios, solo por ser el que más impactó a sus gestores o el que predominó en el limitado espacio geográfico y temporal en que le tocó vivir. Así, no faltan pretensiones de mirar a la sociedad reduciéndola a relacionas de dominación (marxismo), o a expresión de puras autonomías individuales (liberalismo individualista).

Pero también ocurre que nuestras pasiones (emociones o sentimientos) e intereses pueden influir en nuestra adhesión a una u otra tesis. A veces de manera inconsciente. Amores y odios, esperanzas y temores, están detrás de muchas posiciones ideológicas. Pensar la sociedad y sus principios fundamentales prescindiendo del lugar que nos toca ocupar en ella, para ser “objetivo”, es difícil. Teóricamente, debería ser posible alcanzar alguna certeza sobre la legitimidad de la huelga, sobre la justicia del salario, o la función social de la propiedad. Concretamente, por nuestra historia personal estamos a veces más identificados con los obreros o con los empleadores, y desde esa identificación pensamos tales cuestiones. Nuestra objetividad e imparcialidad se desvanecen, y con ellas la posibilidad de dar cuenta del orden social tal como es.
Más serio todavía es el caso de aquéllos que elaboran teorías o posiciones sociales con la conciencia de que lo hacen sirviendo algún interés. El poder de las ideas sobre los seres humanos es enorme. Y por eso quienes desean influir sobre los demás a fin de obtener que se comporten de una u otra manera no descuidan la elaboración de teorías orientadas a preparar o fundamentar tesis favorables a sus deseos o intereses.

Cuando se detecta que una teoría social no refleja de modo fiel y completo la realidad sobre el ser y el deber ser de la sociedad, en virtud de las limitaciones de la inteligencia humana, o de la influencia de pasiones o intereses, podemos llamarla “ideología”. La ideología sería entonces un saber parcializado o interesado[1], que fracciona la compleja realidad absolutizando o presentando de manera unilateral sólo algunos de su aspectos. En este sentido utilizamos el término en este texto; aunque no desconocemos que en un sentido más genérico y vulgar, se lo utiliza a veces para designar sencillamente el “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época”[2].

1- Ernesto palacio caracteriza a la ideología no por su carácter parcializado o interesado, sino por su pretensión de implantar modelos artificiales y utópicos (Cfr. Teoría del Estado, UDEBA, 1979) Nosotros creemos que esa es justamente una consecuencia, justamente, de haber aportado una visión parcializada o fraccionada del orden social, mutilándole alguno de sus aspectos fundamentales.
2- Diccionario de la Real Academia Española.
Extraído de Fundamentos de la Doctrina Social Cristiana, de Mariano Morelli, 2008.

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