Puesto que solicitaste de mí, en Cristo mi muy querido Juan, de qué modo conviene avanzar en la adquisición del tesoro de la ciencia, tal consejo te doy a ti: que elijas entrar por los riachos hasta el mar y no inmediatamente en el mar, ya que conviene avanzar desde las cosas más fáciles hacia las más difíciles.
Esto es por lo tanto mi advertencia y tu instrucción: ordeno que tú seas lento en el hablar y que accedas lentamente al púlpito; ama la pureza de conciencia, no dejes de dedicarte a la oración, elige frecuentemente tu cuarto si quieres ser introducido a la celda de la sabiduría.
Muéstrate amable con todos; nada busques profundamente sobre los hechos de los otros; a nadie te muestres muy familiar, puesto que la excesiva familiaridad engendra el menosprecio y proporciona el pretexto para no estudiar. En cuanto a las palabras y hechos de los demás, de ningún modo te entrometas. Huye principalmente de los discursos. No dejes de imitar las huellas de los santos y de los buenos.
No tengas en cuenta a quien escuchas, sino aquello que de bueno se diga confíalo a la memoria. Haz que entiendas aquello que lees, certificándote sobre lo dudoso; y todo lo que hayas podido entender, procúrate guardarlo en el armario de tu mente, como deseoso te preocupas de llenar tu vaso.
No te propongas cosas más altas: siguiendo las huellas de aquel que sembró y produjo flores y frutos útiles en la viña del Señor, mientas tuvo a la vida de compañera. Si has seguido esto podrás llegar a aquello que aspiras.
Santo Tomás de Aquino
miércoles, 16 de septiembre de 2009
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